miércoles, 30 de abril de 2014

Pico Valdepino. Circular desde el collado Angón

Encontramos espinos, acebos, hayas, tejos, … en el encantado valle de Piriañes; unas vistas espectaculares sobre el macizo del Cornión a partir del collado Parriellu, una majada ancestral, la de Sabugo, y  una no menos importante y espléndida "Senda del Arcediano” que nos transporta a un mundo antiguo donde las mercancías aún viajaban a lomos de mulas y en carros de bueyes. Todo esto en una ruta algo exigente pero bella.

Datos de la ruta
Salida y llegada: Collado Angón (Concejo de Amieva) 
Distancia: 14,4 km 


Duración: 6:30 h (sin contar paradas) 
Subidas acumuladas: 1150 m 
Altura Inicial: 815 m 
Altura máxima: 1745 m 
Dificultad: media
Track de la ruta



Al Collado de Angón (815 m) accedemos por una pista hormigonada desde la localidad de Amieva. Está señalizada a la entrada del pueblo y en el mismo collado hay un aparcamiento.

Sierra de Amieva desde El Brañosu. La aldea de Amieva se ve hacia la izda.

Del aparcamiento salen dos caminos. El de la izquierda, por el que regresaremos, es el magnífico camino empedrado de la “Senda del Arcediano”; el de la derecha, por que comenzamos la ruta, lleva hasta las cabañas y prados del Cuetu y Praotoru. Estamos en la vertiente septentrional de la Sierra de la Escampada y a los pies del crestón donde finaliza: Cabeza la Texa (1235 m).
 
El camino ancho finaliza enseguida en una portilla que da acceso a un prado con cabaña. No la cruzamos. Unos metros antes, sale a la izquierda el camino antiguo, en parte empedrado y en parte embarrado, que deja a la izquierda el frondoso bosque que se extiende hasta el crestón rocoso de la Cabeza la Texa y a la derecha algunas cabañas y prados. Donde la senda comienza el descenso, la abandonamos cruzando un prado que en lo más alto tiene una cabaña en uso (El Brañosu). (Un poco antes, debimos seguir por otra senda para acceder a él por la portilla. Tuvimos pasar bajo una tensa alambrada de espino). Al otro lado del prado una portilla fija de madera nos permite retomar el sendero que sube hasta la Jorcada de Arriba (985 m). En el último tramo la senda casi se pierde y ascendemos por la zona más despejada cerca del murallón calizo.

Valle de Piriañes.

Llegando a la majada de Piriañes.

En la horcada se abre el horizonte sur con sendos valles por los que discurren los arroyos de Piriañes, a la izquierda, encajonado entre la Sierra de la Escampada y el Monte los Tornos y  el de Gustaviego, entre éste último monte y la Xerra de Gustiviegu; todo ello cubierto por un frondoso bosque. Al otro lado de la Xerra están las majadas de Baeno que vierten directamente al Sella en el mismo desfiladero de los Beyos.

En collado viramos del suroeste al sureste, faldeando la sierra en descenso hasta llegar al fondo del valle siguiendo sendas de animales. El arroyo Piriañes nos recibe con su suave y claro rumor en este paraje recóndito y casi salvaje. Una senda bien marcada sigue paralela al abundante reguero que recoge el reciente deshielo primaveral. La senda da paso a un pequeño tramo de camino empedrado cerca de la majada Piriañes (970 m) donde llegamos. De ésta apenas quedan restos de algunas cabañas cubiertas por la exuberante vegetación. El lugar es hermoso e incita al descanso y al sosiego a la orilla del cristalino arroyo que en algunos tramos, más arriba, muere para renacer más abajo con brío. Espinos, acebos, hayas se entremezclan formando un tupido dosel bajo el cual el musgo cubre las piedras a la orillado de la susurrante riega. La senda, menos marcada pero perceptible, nos lleva por el mismo fondo del valle ahora por la margen izquierda del arroyo. Más arriba encontramos grandes y viejos tejos que compiten en frondosidad con grandes hayas: el joven tono verdeclaro de las recientes hojas primaverales de éstas contrasta fuertemente con el verdeoscuro de aquellos.

El bosque "encantado" de Piriañes.

Hayas y tejos en el Valle de Priañes.

En los claros del bosque echamos la vista atrás para apreciar el ascenso realizado. Así descubrimos la rica pradería de la majada La Texa situada en la cima de la Sierra de la Escampada, al lado de la Cabeza la Texa. En la zona más alta del valle, el bosque da paso a lo que fueron praderas y hoy son asiento intermitente de cotoyas. En esa zona límite es donde encontramos los tejos.
Atravesamos un corto tramo punzante hasta llegar a la zona herbosa que nos permite una fácil progresión hasta alcanzar el collado Parriellu (1327 m) situado entre el alomado Rasu Gustalcuendi y las peñas de los Porros de la Garza.

Macizo de Cornión, desde el collado Parriellu.

Las vistas a poniente son espectaculares: el macizo del Cornión del que nos separa el profundo valle del Dobra, casi a nuestro alcance. Al sureste, el Cantu Carbonero del que nos separa el Arroyo Toneyo que tocaremos al pasar por la majada Sabugo en el camino de regreso. A la derecha del Cantu, vemos nuestro objetivo el pico Valdepino, por encima del Rasu.

Seguimos por el lomo de la sierra hacia poniente entre manchas de cotoya y brezo. Buscando la pradera, en ascenso, caminos hasta alcanzar el Rasu de Gustalcuendi (1459 m) que nos ofrece vistas hacia el Cordal de Ponga (Maciédome, Tiatordos, Campigüeños, Llambria, etc). De nuestro objetivo sólo nos separa la Majada de Gustalcuendi, Bustalcuendi o Valdepino (1401 m) hacia donde nos dirigimos descendiendo por la mullida pradera, al sur. Hay varias cabañas en ruinas pero en verano tiene una buena cabaña ganadera. Se trata de un collado que separa las aguas que vierten hacia Baeno, al oeste, de las que lo hacen hacia el este (majada Sabugo y arroyo Toneyo).

Tiatordos, Campigüeños, Peña Taranes y Llambria desde el Rasu Gustalcuendi.

Desde el Rasu Gustalcuendi vemos la majada del mismo nombre y el Pico Valdepino. Bajaremos a la majada para subir por la panda de hierba.
 
Proseguimos en la misma dirección subiendo por la amplia canal herbosa que nos conduce, virando ligeramente a la derecha, a una canal de piedra. Comienza el fuerte ascenso a la peña por su ladera norte: la piedra sustituye a la hierba en la mayor parte de lo que resta de subida. Superada la primera canal, bordeamos un jou por la izquierda para continuar la remontada por un lengua de hierba que lleva a una segunda y corta canal, que, a su vez, da acceso a una hondonada herbosa. Otro ascenso por la ladera de la montaña nos lleva a pasar al lado de los retorcidos troncos secos de unos enebros rastreros que en su día adornaron la montaña y hoy quedan casi secos por el exceso de herbívoros (domesticados o no). De algunos aún nacen tiernos brotes que serán el alimento de corzos y vacas evitando la regeneración de las plantas. Tanto en la subida, como en la cima y en la bajada, encontramos rebaños de rebecos.

Desde aquí, la cresta de la montaña se divisa próxima y hacia ella nos dirigimos. Al llegar, el precipicio se abre a nuestros pies: el Valdepino cae vertical por sus laderas occidental y meridional. Un corto recorrido por ella, rodeando por la derecha un jou, nos deja al lado del vértice geodésico que corona la cima. Las vistas ya las he descrito antes.

Vemos cerca el vértice geodésico que corona Valdepino.

Peña Ten y Pileñes desde el Pico Valdepino.

Cantu Cabronero y Peña Beza desde Valdepino.

El descenso hasta Gustalmendi lo hacemos por el mismo camino. Aquí viramos hacia el naciente para descender por la inclinada pradera salpicada de hayas hasta la majada de Sabugo o Sahugu donde enlazamos con la “Senda delArcediano”. Aún se conservan cabañas en buen estado y, en tiempos, hubo albergue de caminantes y una ermita dedicada a Nuestra Señora de Sahugu. Estas construcciones ya desaparecidas dan fe de la importancia que tubo esta ruta en las comunicaciones con Castilla. Su abandono en el siglo XIX, se produjo tras la construcción la actual carretera por el desfiladero de los Beyos a base de dinamita.

Majada de Sabugo (Sahugu).

Como reza en uno de los paneles informativos ubicados en el collado Angón, la “Senda del Arcediano” fue probablemente una Calzada Romana, aunque se tiene noticia de su existencia en el siglo X con el nombre de Via Saliamica o Carrera maiore. En el XVII ya se la conoce con el nombre de “Senda del Arcediano” porque el Arcediano de Villaviciosa D. Pedro Díaz Oseja, natural de Sajambre deja en su testamento dinero para reparar y mantener la vía. En el siguiente siglo se la conoce como Camino del Almagre, pues por ella se transportaba el almagre (mineral terroso de color rojo formado por óxido de hierro mezclado con arcillas) usado en la fabricación de pigmentos rojos desde la prehistoria. Extraían el mineral de la almagrera de Labra (concejo de Cangas de Onís) y lo transportaban en caballerías por este camino hasta Sajambre, donde lo trataban y lo llevaban en carros de bueyes hasta la Serranía de Segovia donde lo vendían. A la vuelta traían vino. Al finalizar esta actividad comercial, se volvió a llamar Senda del Arcediano.

Senda del Arcediano y Cantu Cabronero.

Desde la majada de Sabugo aun nos quedan 5 kilómetros por la hermosísima “Senda del Arcediano”, empedrada en su mayor parte. El primer tramo sigue, en llano, paralelo a la riega de Toneyo hasta que ésta se precipita sobre el río Dobra, por debajo del embalse de La Jocica.  Echando la vista atrás vemos el Cantu Carbonero y el final del embalse. Por encima y al otro lado del río, se aprecia la otra senda colgada sobre él que llega a Carambo cerca del nacimiento del Dobra, y más allá, al refugio de Vegabaño. Por ese mismo lado del Dobra, el murallón calizo del Cornión sobrecoge: Pico Armada, mirador de Ordiales, Cotalba, Requexón, Los Llastrales y  El Camperón, Altos del Verde, Torre Bermeja y Moledizos. Estos picos se verán siempre, pero al principio podemos ver otros que están más atrás y que se irán ocultando a medida que avancemos: Torres de Cebolleo, Peña Santa de Enol, Torre de Enmedio, Torrezuela, Tres Marías, Torco, Peña Santa, Cabra Blanca y las Garitas Cimera y Bajera.

Senda del Arcediano.

Proseguimos el camino, que después de rodear la Xerra Trapallera, nos ofrece a la derecha la vista de la Mallada Cuerries. Más adelante, poco después de comenzar el suave descenso, pasamos al lado de la fuente y pilón de Jelmeda o Gelmeda, cuyo cartel de señalización unos desaprensivos han arrojado al barranco (¡lástima de energúmenos que tan poco aprecio siente por lo publico!).  Hacia el final, viejas y retorcidas hayas musgosas nos despiden abarcando con su retorcido tronco el camino que nos deja en el aparcamiento del collado Angón.

Lorenzo Sánchez Velázquez






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